Cuando me siento mal cambio BRONCA por BRANCA y todo pasa a ser un problema gramatical.

domingo, 7 de agosto de 2011

La historia de la hombrunidad.

En el principio de los días Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, con barro que encontró a orillas del aún no bautizado Nilo. No le llamó muñeco de barro porque quería que fuese un ser respetado, le pareció más apropiado buscar una nueva palabra con menos doble sentido que “muñeco”. Hombre era la palabra perfecta, y así lo llamó, y lo creó como ya dijimos, a su imagen y semejanza, pero lo más importante es que lo creó como único representante de su especie, solo el hombre y  nadie más.
El primero de ellos, que por ser primero fue el boceto, además de hombre se llamó Adán como para diferenciarse de los demás que seguían surgiendo de la orilla y se iban secando el barro entre los yuyos hasta quedar hombres “de punta en blanco”, que en realidad es un dicho, porque quedaban de punta en negro ya que todo esto sucedía en Africa y el sol en esos lares dora hasta los más albinos, la decoloración se daría más adelante  con la llegada del arroz y el dermatólogo de Michael Jackson.
De a poco los hombres iban creciendo en cantidad y en tamaño,  los más viejos, entre los que se encontraba Adán, iban organizando el tema.
 – Usted que es petiso me corta la maleza así los altos no nos jodemos la cintura – decía.
 – Usted que es alto me junta las hojas para la ensalada del medio día – agregaba mientras se transformaba sin saberlo en el primer demócrata de todos los tiempos y en el primer amo de casa, ya que su deber era la cocina. Pero en ese entonces nadie se reía del deber del otro, ya que no había deberes tildados como femeninos, de hecho, la palabra femenino no existía (aunque ya se vislumbraba la palabra felino).
Así de a poco se fue dando la que más adelante se conocería como la “comunidad del hombre solo”, que por ser un nombre dado por el hombre, era un nombre simple, porque el mismo hombre era simple y no perdía su valioso tiempo en ponerle nombres raros a las cosas.
Pasaban sus días avocados a tareas de investigación. No trabajaban ya que no había mujeres en su casa queriendo cambiar el juego de dormitorio o los muebles de la cocina, se alimentaban de frutos y animales que conseguían en el paraíso, no en un mercado sino en el mismo paraíso (el mercado fue creado más tarde para librarse un rato de las mujeres y entretenerlas haciendo  compras). Cuando no estaban comiendo o durmiendo, los hombres investigaban, y no investigaban sobre cosas diversas, las investigaciones estaban bien fijadas y todos juntos investigaban sobre formas geométricas y rayos catódicos. La meta era muy simple: inventar un deporte que se jugase con una pelota esférica y un aparato que les permitiera ver los juegos tranquilos desde el sofá de su casa, a este último ya lo había inventado Adán en uno de su primeros días en el paraíso, mucho antes de inventar la nuez por la que fue mundialmente conocido.  
Con el aumento de hombres en la comunidad, pronto aprovecharon su gran número y fijaron un nuevo grupo de investigación para otra nueva meta: una bebida a base de cebada que serviría para hidratarse mientras miraban su futuro nuevo juego desde su casa,  en su futuro nuevo aparato.
El cuerpo del hombre era perfecto, y si no lo era no importaba ya que aún no se conocía nada sobre el término “estética” que sería creado mucho más tarde, en otra era, en una barbería de mujeres. Solo algunas veces se veían imperfecciones en las caras, pequeños cráteres sobre la nariz, debido a que el barro de la orilla se había acabado y ahora lo mezclaban a mano, lo que a veces hacía que la mezcla fallase, pero a nadie le molestaba.
Cada órgano del cuerpo cumplía solo una función (porque el hombre era y es de naturaleza simplista), por ejemplo: el pito (que en la era siguiente, por un sentimiento llamado “pudor” sería rebautizado “pene”) solo servía para orinar  y en las historias clínicas no se veían enfermedades modernas como la eyaculación precoz y la impotencia. Solo existía una enfermedad de este órgano llamada “erección” , cuyo síntoma más importante era el desvío descontrolado del flujo de orín a la hora de embocar en el inodoro, pero los médicos no la combatían en absoluto ya que los inodoros no tenían “tapas”, de hecho, creo que se le decía inodoro a un rincón del patio dedicado a desechar los jugos internos. Los infartos tampoco existían  ya que el corazón sólo tenía que latir y no tenía que preocuparse por andar sintiendo cosas ni regalándose falsamente a señoritas de una noche.
Adán, como todo inventor orgulloso de su invento, comía nueces por doquier, pero un día ya harto de aceite quiso cortar el gusto amargo con una manzana. Dios había querido prevenir a la hombrunidad de este fruto tan pecaminoso y alertó de su peligrosidad con un recuadro rojo que rezaba “MUY  IMPORTANTE” en la primera página del manual de instrucciones del paraíso, pero como es sabido, el hombre no lee estos manuales a menos que tenga una madre o una esposa con el lavarropas descompuesto, y como ninguna de estas dos cosas existían en ese entonces, Adán, inocentemente se convirtió en partícipe de un hecho histórico que daría inicio al tomo dos del libro de “historia de la hombrunidad” con el capítulo : “Adán, el boludo de la nuez, tenía que comer una manzana” .
A modo de castigo, Dios creó una nueva especie  que dedicaría su vida a complicare las cosa a los hombres, de hecho lo primero que hizo fue cambiar de era y ponerle a la suya “era de la humanidad” dándole fin así a la de la “hombrunidad”  que a su criterio sonaba machista. En esta nueva era también alguien se comería otra manzana, pero esta vez sería una mujer.
A estas alturas resulta obvio que el libro de “historia de la hombrunidad”  fue destruido por una turba iracunda de mujeres  debido al  insano capricho de la nueva especie de querer ser las primeras en todo, hasta en comerse la manzana. 

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