Cuando me siento mal cambio BRONCA por BRANCA y todo pasa a ser un problema gramatical.

lunes, 22 de agosto de 2011

Crónica de una huida esperada.

Estás indeciso, el tiempo se acaba y no llegaste a un acuerdo con vos mismo. Hace semanas la  misma pregunta te da vueltas en la cabeza  pero la evadís constantemente, como hacés siempre, esperando al último momento para que tal vez por azar o tal vez por apuro, la suerte te de una mano y sin querer elijas lo correcto.
Ahora la transpiración se vuelve espesa, y por dentro sentís los nervios de no tener ni la más pálida idea de qué hacer. La bebida parece una escapatoria placentera: te deja ver la cosas de otra manera, y tal vez te prolongue el tiempo en tu cabeza, aunque el tiempo sea el mismo, y se te esté acabando.
Tomás la primer cerveza.
  – Mientras decido – pensás –, pero la primera se hace segunda, y la segunda tercera, y las ideas se confunden con recuerdos. Eso te hace mal, lo sabés: los recuerdos, ahora, definitivamente te hacen mal.
  –Hay que mirar para adelante – decís en voz baja –  , y el barbudo que se sienta a tu lado en la barra algarrobezca y despintada, empieza a sospecharte ebrio. Lo mirás: tiene al menos  veinte años más que vos y todas las noches se pasa el tiempo en ese bar, mata el tiempo, se lo toma, como a una cerveza. Lo conocés pero no sabés de donde, lo conocés como se conoce alguien que ha vivido toda su vida  en el mismo lugar que vos. Demasiado tiempo toda una vida.
Tu pierna derecha empieza a temblar,  siempre tiembla en momentos tensos.
  -No voy a terminar así – decís decidido mientras el barbudo confirma su sospecha. No querés la rutina del bar todas las noches, la resaca por la mañana, camisa blanca y corbata negra hasta las cinco de la tarde, los domingos: fútbol  y vuelta a empezar el lunes. No querés eso, o al menos querés hacerlo con alguien que valga la pena.
Pero está muy lejos, ella está muy lejos, y eso es lo que venís evadiendo hace más de dos semanas. Sabés que tenés que tomar la desición: quedarte con tu reconfortante pero solitaria vida, seguir con los mismos amigos, la misma única cosa que hacés bien, el mismo trabajo en el que sos exitoso (por casualidad);  o dejar todo, todo por algo incierto, algo que te late en el fondo del corazón, que no te deja terminar esta cerveza. Dejar todo por algo, por alguien con quien compartir  tu reconfortante vida, pero a riesgo de perder todo lo que en la vida te resulta reconfortante.

Ahora tu pierna tiembla más fuerte que antes, el movimiento ya es molesto para tus vecinos de barra.
 - Mal sexo – dice el cantinero, mirando el temblequeo compulsivo.
La quinta cerveza queda a medio tomar en la barra, el barbudo la aprovecha.

 Agarrás tus bolsos, arrugás tu ropa adentro como intentando acomodarla mientras vas poniendo sobre ella los retratos boca abajo, para que no te miren, para que no te cambien la idea. El cole sale en quince, vas a dejarlo todo, vale la pena dejarlo todo.

Ella vale la pena.

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