Es el
tercer papelito seguido que tiene tu nombre. Las caras se vuelven a tu silla.
No fuiste
para quedarte, lo sabes, pero también sabes que eso no lo decidís vos. Agachas
la cabeza mientras escuchas.
El que se
sienta a tu lado te sostiene el brazo y te lo aprieta en signo de compasión. Un
nudo se te trenza en la garganta mientras pronuncian tu nombre otra vez, ahora
ya perdiste la cuenta pero supones que van diez.
Sabes lo
que te dolió dejarlo todo, lo que te costó alejarte y lo que te cuesta día a
día decir que no a pequeños placeres para decir sí al amor de tu vida.
Sabes que
el amor de tu vida es muy distinto al de las novelas. Sabes que el amor que
elegiste requiere dejarlo todo, requiere sacrificio y entrega. Recordás las
palabras de la viejita que tanto te enseño <<Amar hasta que duela>>,
sabes que lo intentaste a cada instante y que a veces te dolió demasiado.
Un frío
te recorre el cuerpo y sigue siendo tu nombre el que más suena en el lugar, en
el inapropiadamente lujoso lugar. <<Talvez hayan ordenado los papeles
alfabéticamente>> pensás para consolarte, pero sabes que eso es
imposible. No importa, te calma por un instante, el instante que transcurre
hasta que vuelven a decir tu nombre.
Sabes que
la vida te va a seguir tentando con facilismos y lujos ostentosos, sabes que a
veces caíste pero sabes también que siempre te levantaste, o más bien que El
siempre te ayudó a levantarte.
Sabes que
ese amor tan grande al que intentas cada día corresponder, hoy como muchas
veces, te pide un paso más. Sabes lo que eso implica. Sabes que tenes que
volver a dejarlo todo y por momentos lo consideras injusto <<Ya dejé todo mil
veces>> pensás mientras te vuelve la frase para librarte de ese
pensamiento <<hasta que duela>>, y lo repetís en tu mente para
no darle paso a lo que vos consideras y dejarlo actuar a Él una vez más, una
más, otra de tantas.
Ahora ya
no controlas el movimiento de tus pies, el compañero que te apretaba lo hace
con más fuerza y desde el hombro, como intentando transferirte algo de
tranquilidad. Se queda en el intento, es imposible no caer en temblequeos en
semejante momento.
Sabes que
circulan unos rumores de que la vez anterior dijiste que no, sabes que eso
seguramente le servirá como alimento a algún contreras que te acusará de flojo.
Sabes que
lo primero que tirarán en tu contra será tu accionar en tiempos pasados de
gorras verdes y almas negras en tu país. Sabes que hiciste todo lo posible, lo
que estuvo a tu alcance. Sabes que quizá no fue suficiente -aunque diste todo-
y eso te apena. Sabes que la poca experiencia en esos, tus primeros años, otros
la tomarán como apoyo al tirano. Otros que seguramente a esa época la miraron
por la ventana, o la leyeron en una revista y por eso hoy le sobran palabras
para hablar de más sobre el tema. Sabes que esos otros hablan por hablar pero
sabes también que no te corresponde a vos juzgar, justamente por ello no lo haces,
no los juzgas. Te callas.
Las
palabras pasan por el aire, te quedan dando vueltas en la cabeza y cuando
llegan las justas te las quedas pensando, repitiéndolas. <<Señor, quisiera que pase
de mi este cáliz, pero que se haga tu voluntad y no la mía>> son
las palabras que antecedieron a la entrega de amor más grande en la historia de
la humanidad. Sabes que le debes tu vida a esas palabras, a esa entrega y por
eso te las repetís e intuis que esta vez tampoco pasara de vos ese cáliz. Lo
sabes y por eso respiras hondo y cerrás los ojos para repasar tu vida o tal vez para verte por última vez como lo que
sos y lo que dejarás de ser. Una lágrima cae tímida al entender la magnitud de
la entrega.
Ya no
verás seguido a tu familia, ni siquiera irás a despedirte de ellos. Ya no
caminarás como uno más entre la gente como tanto te gustaba. Ahora las
multitudes se apretarán para tocarte aunque te sientas indigno de ese halago.
Sabes que hay sólo Uno digno de semejante adoración y sabes que Él tampoco la
aceptaría, pero la historia y el ansia de poder hicieron que muchos de tus
antecesores gustaran de esas adulaciones y aplausos desmedidos. Sabes que la
gente se acostumbró a ver a la persona
en que te convertirás como salida de otro mundo, como bajada del cielo, sabes
que te costará que lo entiendan y aunque te cueste harás lo imposible por
cambiar esa imagen, para que te vean como lo que sos: uno más, quizá el más
pequeño y el más mendigo, pero sobre todo el más servidor.
<<Deja todo y sígueme>> Recordás las palabras al joven
rico y te parece que te las está diciendo hoy a vos, otra vez, otra de tantas.
Otra vez
te convences y lo dejas todo en sus manos. Aunque creas que ya estás viejo y no
te da para estos trotes, sabes que Él cree justamente lo contrario, sabes que Él
sabe mucho mejor que vos de lo que sos capaz. Sabes también que si no te sentís
preparado es porque Él no elige a los preparados, sino que prepara a los
elegidos. Todo esto lo sabes y aunque no lo entiendas te entregas una vez más,
otra de tantas.
Tu nombre
suena una otra vez y esto genera un murmullo que deriva en aplauso. El que antes
te apretaba ahora te palmea y se acerca a decirte algo.
Sabes lo
que viene y sabes que no era lo que esperabas. A la edad en que deberías
jubilarte te encargan el trabajo más duro de tu vida. Sabes bien a lo que te
enfrentas y te da miedo, pero Él te lo pide una vez más, y una vez más agachas
la cabeza y aceptas. <<Hágase en mi según tu palabra>> repetís para tus
adentros mientras seguís sin entender porqué a vos, aunque igual lo aceptas.
Las palabras que te acaba de decir tu
compañero te dan una pauta << No te olvides de los
pobres>>, las lágrimas te nublan la vista. Ahora empezás a
entender, vas a seguir trabajando para
tu Señor, para el Señor de todos, pero sobre todo le vas a hacer entender a
todos quién es Él, cómo es Él, tu Señor. El que no conoce de protocolos ni de
grandes reconocimientos, El que rechaza con asco a los grandes títulos que se
otorgan los mundanos, El que a fin de cuentas sabes que te juzgará por el <<tuve
sed y me diste de beber, tuve hambre y me diste de beber, estuve enfermo y me
curaste…>> Tú Señor, el Señor de todos pero sobre todo el Señor
de los pobres y los humildes de corazón.
<<Lo que hagan por el más pequeño de los míos me lo hacen a mí>> recordás. Entonces
elegís el nombre del más pobre y humilde que recordás y pedís lo que siempre
quisiste <<una Iglesia pobre y para
los pobres>>.
me parece encantador es todo un papa para el siglo 21 que dios lo proteja y bendiga para que adquiera todas aquellas bendiciones.AMEN.y siga protejiendo y dando muchas paz a sus rebanos
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