Despertar no es una opción. Voy a
seguir aguantando. No puedo darme el lujo de abrir los ojos ahora, cuando al
menos en sueños, Martina me mira y sonríe
mientras deja que le acomode el pelo detrás de la oreja para que no estorbe
entre nuestros labios. Imposible, no hay
otra opción que seguir dormido a la fuerza y forzar el sueño también.
Martina me tiene loco, jamás me dirige
la palabra y yo se que lo hace adrede porque sabe que me tiene colgadito de un
hilo muy fino y que el más mínimo detalle
de su parte algún día me animará a decirle todo en la cara, y eso, justamente
eso es lo que ella busca con su indiferencia. Nunca me miró directamente a los
ojos pero sé que está continuamente viéndome, lo presiento, todos presentimos
cuando nos observan, y más si la que observa es Martina con esos ojitos entre
tímidos y picarescos. Por eso no es una opción despertarme, al menos en sueños
la veo directo a los ojos, y no sólo eso, además estamos en contacto: yo la
tengo tomada de la cintura con el brazo izquierdo, y con la mano derecha (que
es la más delicada para moverse) le acaricio sus mejillas y le sigo acomodando
el rulo que para nada quiere quedarse detrás
de la oreja: parece que está empeñado en molestar mientras rozo sus labios de
frutilla.