Un
señor contreras (que antes estuvo en contra de la misma gente para la que hoy
trabaja y defiende, cosa que a la luz de los pensantes lo hace poco serio) le
pone una cámara oculta a un pendejo con plata y se frota las manos contento
(más por los dividendos que ésta le va a traer y por lo bien que quedará con
sus jefes que por el logro periodístico).
Un
pendejo con plata (que nadie sabe de dónde salió y que según él no tiene porqué
explicar su procedencia) dice haberle tendido una camita al señor contreras,
para que muerda el anzuelo y quede evidenciado él y sus patrones como comunicadores poco
comprometidos con la verdad (como si esto no estuviera ya evidenciado). Sale al
otro día a los programas de chimentos a decir que todo lo que dijo era mentira
y que la verdad se la dará a la justicia a su debido tiempo.